viernes, 16 de octubre de 2015

Raúl, leyenda viva del fútbol, anuncia su retirada


Hay pocas cosas que marquen tanto en la vida como un jugador como él. Si alguien es el culpable de mi pasión por el fútbol ése es él: Raúl González Blanco.


Apenas entendía en qué consistía el fútbol cuando miraba hacia arriba a la televisión desde la alfombra de nuestro cuarto de estar. Al principio me sobresaltaba con cada grito que mi padre y mi hermano proferían contra el televisor pero poco a poco me fui acostumbrando a esas escenas de locura balompédica. Con cada partido mi mirada perdía inocencia y empezaba a dibujar un esquema mental que traducía lo que veía en la pequeña pantalla de nuestro saloncito madrileño. De entre todos los futbolistas yo siempre me fijaba en uno que era delgado como yo y que corría como loco detrás de la pelota. Llevaba el número 7 en la espalda y vestía de blanco. Él es el responsable de que me hiciese seguidor del Real Madrid y no al revés. De niño siempre quise ser como Raúl.


Raúl González Blanco ha anunciado su retirada. Colgará las botas definitivamente en noviembre cuando acabe la temporada estadounidense. Dice adiós el más grande de todos. El mejor jugador español que han visto mis ojos y el verdadero madridismo personificado. Lo suyo no es otra cosa que jugar al fútbol y que divertirse con el juego. Es un deportista de los pies a la cabeza que nació para ser grande. Que desde que comenzase a entrenarse chutando contra una pared de San Cristóbal de los Ángeles no ha cesado en su empeño de superarse día a día. Ese niño cuya camiseta le llegaba por las rodillas creció hasta convertirse en uno de los mejores futbolistas que jamás habrá.

Es curioso pero el ser humano tiene más envidia al humilde que triunfa que al superdotado. Es difícil encajar que alguien con condiciones "parecidas" a las nuestras logre sueños que la mayoría de los mortales sólo se permiten dormidos. Los (incomprensibles) detractores de este jugador siempre han dicho que Raúl no destaca por encima de los demás en nada: hay otros que tiran mejor, otros que pasan mejor, otros que regatean mejor, otros que son más rápidos… Ésa es la gran virtud de Raúl. Eso precisamente es lo que le convierte en el gran futbolista que es. Es el ejemplo vivo de que la vida es actitud y no aptitud. ¿Cuántos y cuántos jóvenes talentos se han echado a perder? Innumerables. ¿Y cuántos sin unas habilidades técnicas o facultades físicas extraordinarias han alcanzado la máxima gloria? Sólo unos pocos elegidos.

Después de veintiún años de carrera dice adiós alguien cuya historia debería conocer cualquier chaval que pretenda ser futbolista. Raúl no conoce la palabra rendición. Siempre lo ha dado todo por la victoria de su equipo, incesante en el campo. Jorge Valdano, su primer entrenador en Primera División, contaba la anécdota de cómo Raúl se desplomaba después de cada partido  en una camilla hasta que dejaban de temblarle los músculos de las piernas. Ponía su cuerpo al límite sin dudarlo, dándolo todo por su camiseta. Gracias y hasta siempre, Raúl.


Podría detenerme ahora en cada paso de la carrera de Raúl (los que me conocéis sabéis que me la sé de memoria) pero no pretendo convertir esto en un artículo de la Wikipedia. Sencillamente, quiero escribir lo que surja. Raúl es único, no sólo ostenta un palmarés envidiable a nivel colectivo sino que ha logrado récords que hasta la llegada de los extraterrestres Messi y Cristiano Ronaldo parecían impensables. 

Raúl se llegó a convertir en el máximo goleador de la Selección española cuando ésta se conformaba con soñar con los cuartos de final, se eliminaba en fases de grupos y pese a ser retirado de la misma injustamente años antes de lo que debería. Quién sabe a la cantidad de goles que habría llegado Raúl si hubiese formado parte de la mejor Selección española de la historia. 

También, llegó a alcanzar el increíble honor de ser el máximo goleador de la historia del Real Madrid, mejor club de la historia según el IFFHS, y el máximo goleador de la historia de la Champions League, competición de clubes más prestigiosa del mundo. Cabe mencionar que Raúl logró todo esto jugando sus últimas (y fueron muchas) temporadas en un Real Madrid mediocre con una plantilla que no estaba a la altura del club y que dejó en más de una ocasión en blanco las vitrinas merengues. Raúl año tras año caía en los octavos de final de la Champions (ocho consecutivos para mayor exactitud) y aún así marcaba más goles que ningún otro. Dedos acusadores señalaban a Raúl cuando las cosas iban mal en vez de preguntarse cuán mal irían si no tuviésemos a Raúl

Raúl era distinto, contagiaba su energía al resto de compañeros. Era imposible ser más ambicioso que él. Hacía correr a los Zidane, Ronaldo y compañía cuando no bastaba con su talento y enseñaba a los canteranos el significado de ser un jugador de fútbol. Era correcto fuera y dentro del campo. Nunca ha sido expulsado en toda su carrera. Durante su última temporada en el Real Madrid, en la que pasó muchos partidos en el banquillo, si veías que los jugadores del Madrid empezaban a correr ya sabías que Raúl estaba calentando en la banda. Fue el capitán perfecto durante años en el Real Madrid.

Después se marchó a Alemania a lo que llamaron "retiro fácil" y Raúl revolucionó por completo el Schalke 04 en dos temporadas. Marcó más goles que nadie, se hizo con la capitanía y se ganó un eterno hueco en el corazón de la afición de Gelsenkirchen. Como siempre, siguió tapando bocas. En Qatar y en Estados Unidos, ligas de menor competitividad sí ha tenido un descanso, eso sí, sin dejar de marcar goles. El Cosmos va a tener el honor de ser el último club de Raúl.


La historia siempre te deberá algún Balón de Oro pero en verdad ni te hacen falta. Tus números hablan y hablarán por sí solos. De nuevo, gracias Raúl.


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