sábado, 11 de julio de 2015

Íker Casillas, el adiós a una leyenda



Íker Casillas ya es nuevo jugador del Oporto. El capitán del Real Madrid y de la Selección española hace las maletas rumbo a Portugal donde se desvinculará, por primera vez en su carrera, del club de sus amores. Casillas ha sido en el Real Madrid mucho más que un portero, ha sido una leyenda que ganaba títulos y salvaba puntos jornada tras jornada. Sus constantes milagros bien le sirvieron para ser conocido como "Santo". Hoy, el "Santo" se despide de sus feligreses habiéndolo ganado absolutamente todo.

Casillas es y será siempre un ejemplo de madridismo. Sus lágrimas inundaban las cámaras de televisión en cada derrota y en cada victoria. Su pasión por sus colores está fuera de toda duda y es que su sueño, cuando decida finalmente colgar los guantes, es ser algún día presidente del club en el que lleva veinticinco años de su vida: el mejor club de la historia. Es una pena que en las últimas temporadas el conflicto que tuviese con José Mourinho le haya situado siempre en el ojo del huracán. Lamentablemente, la mitad de madridistas (al menos así se hacen llamar) esperaban los fallos del guardameta para echarle a los leones a la mínima ocasión. No obstante, la figura de Íker es tan grande que cuando los pseudo madridistas miren atrás en el tiempo sólo recordarán sus brillantes intervenciones. Todo lo de "topo", "traidor"… quedará atrás; ahogado por el peso de quien ha sido el mejor portero de las últimas dos décadas. Mejor portero de la historia del Real Madrid según muchos, mejor portero de la historia del fútbol según otros. Ahí no entro.


Íker debutó en el Real Madrid a los dieciocho años y con España a los diecinueve y ya apuntaba entonces maneras. Sin embargo, un partido quedó grabado a fuego en la historia del capitán. La final de la "Novena". Ese encuentro lo cambiaría todo. César le había quitado la titularidad al jovencísimo canterano. Vicente Del Bosque confiaba más en un portero experimentado bajo los palos para afrontar la temporada. Entonces, en la final de Champions, César se lesionó e Íker tuvo que entrar a toda prisa. Ese partido siempre será recordado por el golazo de Zidane, la utópica volea, pero a menudo borramos de la mente que tras el soberbio tanto del francés el Bayer Leverkusen, que tan solo perdía 2-1 asedió la portería blanca hasta el final del choque. Ahí estaba él, Casillas, para salvar todas y cada una de las llegadas alemanas, realizando paradas poco habituales con los pies de las que tiraría durante toda su carrera. En Glasgow comenzó a forjarse la leyenda de Íker Casillas.


Tras esa final, el madrileño se hizo con la titularidad del Real Madrid y de España, ya que una lesión de Cañizares le permitió ocupar un puesto que aún hoy no ha abandonado. El madridista ha dejado actuaciones para el recuerdo (ante el Sevilla, ante Holanda con la parada a Robben…), paradas imposibles e irrepetibles, tandas de penaltis con las que clasificaba a su equipo… El capitán español quizá no sea el portero más completo del mundo. Todos saben que con los pies es un desastre y que no es el portero que mejor sale en los córners, pero tiene algo mágico que suple todo eso y es que Íker para lo que nadie detiene. Cuando el rival ya está cantando el gol, Casillas se estira como el felino más flexible de la sabana y devuelve al contrario a la realidad. Delante tiene al mejor portero del mundo.

Durante varias temporadas Casillas fue el mejor indiscutiblemente. Ganó el galardón a mejor portero del mundo cinco temporadas consecutivas (del 2008 al 2012) y se hartó a levantar títulos. Hasta la fecha: 5 Ligas, 3 Champions Leagues, 2 Copas del Rey, 4 Supercopas de España, 2 Supercopas de Europa, 2 Intercontinentales/Mundiales de Clubes, 2 Eurocopas y 1 Mundial.

Ahora, como Raúl y como Guti, el canterano cuya historia parecía ligada de por vida al Real Madrid debe decir adiós (o hasta luego). Queda en manos del Real Madrid estar a la altura y aprender de sus errores, brindando a Casillas una despedida solo al nivel de los más grandes. Con Mourinho llegó el declive del capitán. En su tercera temporada el portugués sentó a Casillas dando la titularidad a Adán, lo que cualquier persona con los ojos abiertos entiende que no es una decisión meramente deportiva. Después se fichó a Diego López, eterno suplente de Casillas, que de pronto parecía el mejor portero del mundo. Casillas se vio suplente y no reaccionó bien. En vez de rebelarse por lo injusto de la situación y dejarse la piel en cada entrenamiento se hundió mentalmente y se resignó a esperar a que Mou se marchase del Real Madrid. Pero llegó Ancelotti y le entregó a Diego López la titularidad en Liga. Casillas había decidido marcharse del Real Madrid pero cambió de idea. Ganó Champions y Copa, las dos competiciones en las que fue titular, y Florentino se lo dejó claro: "ahora no te puedes ir". La pasada temporada, con Diego López fuera del equipo, Íker fue titular y sin embargo rindió al peor nivel de su vida deportiva.

Casillas, como la tuviese Raúl hace unos años en el Schalke 04, tiene la oportunidad de reivindicarse, de reavivar la llama de una leyenda que no está extinta. Ha elegido el Oporto, será un dragón y luchará por la Superliga y por la Champions con su nuevo club. Son sus actuaciones las que ahora deben hablar por él y las que deben despertar la más cruel nostalgia en todo el madridismo. Íker, ¡hasta siempre!