CASO CORRUPCIÓN FIFA
La FIFA: un golfo, dos golfos, tres golfos…
“El poder tiende a
corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta cita fue acuñada por
Lord Acton, político inglés de finales del siglo XIX, y describe a la
perfección lo que le está pasando en la actualidad a Joseph Blatter y a todo
ese circo llamado FIFA que crece a su alrededor.
Blatter, el comandante del
fútbol, alcanzó el trono del deporte rey el 8 de junio de 1998, del que ha sido
despojado el pasado 8 de octubre de 2015. El eterno presidente de la FIFA se ha
estado aferrando al cargo durante diecisiete largos años que han corrompido su
corazón como corrompió el Anillo Único el de Gollum. Quien otrora se mostrara
intocable e indiscutible, es en estos tiempos señalado directamente en el
centro de un huracán de escándalos y de pagos difícilmente explicables.
Ahora, el jefe del balompié
no quiere caer solo. Intenta desesperadamente arrastrar consigo a todas las
víctimas posibles, cuya participación en todo este entramado de corrupción, por
otra parte, es más que probable. Uno de los acusados por Blatter es su “amigo”
Michel Platini, presidente de la UEFA que, casualmente con Blatter fuera de
juego, pretendía presentarse a las elecciones a presidente de la FIFA que tendrán
lugar el próximo febrero, algo que le ha denegado la propia FIFA.
Mientras tanto, en España,
Ángel María Villar sigue con el tridente firme cual dios Neptuno desde 1988. El
actual vicepresidente de la FIFA y de la UEFA se frota las manos con
expectativas de apuntar aún más alto. De momento no se ha demostrado nada
contra él, si bien hay firmes sospechas de que la RFEF compró votos para la
organización del Mundial de 2018 a cambio de votar a Qatar para la de 2022.
Estas pesquisas (junto al resto de corruptelas en torno a la organización de
estos dos eventos) fueron recogidas por Michael García, ex fiscal general de
Nueva York, en el conocido como “Informe García”.
España y Portugal, que
presentaban candidatura conjunta para el 2018, se quedaron sin su Mundial, pero
Qatar sí fue asignada como sede para el Mundial 2022. De primeras, choca esta
elección. Hablamos de un país con poca tradición futbolística, pocos y pequeños
estadios, una situación geográfica desfavorable en pleno golfo Pérsico donde se
superan los 40º de temperatura en verano y de un país muy lejano al respeto y
la igualdad que promueven organismos como la FIFA o la UEFA. En Qatar, por
ejemplo, está prohibida la entrada de hombres a partidos de fútbol femenino y
la filmación de los mismos al considerarse “una práctica erótica y provocativa
que va contra la moral”. Por alguna extraña razón, este aspecto no pareció inquietarle
demasiado a la FIFA.
Una multitud de escándalos
Es difícil señalar a ciencia
cierta cuándo empezaron las irregularidades en el máximo organismo del fútbol
mundial, pero el estallido de los escándalos tuvo lugar este pasado mes de
mayo. El soccer cobró por primera vez
importancia en Estados Unidos y no precisamente por el entusiasmo que levanta
en los aficionados yanquis. Loretta Lynch, fiscal general de Estados Unidos,
propició la detención de siete dirigentes de la FIFA al destapar lo que definió
como “una trama corrupta con raíces profundas durante al menos dos
generaciones”.
Una investigación que lleva
en vigor desde hace doce años, ha demostrado ya que el fraude de la FIFA
asciende a más de 150 millones de dólares en concepto de sobornos y chantajes a
miembros de esta organización para que, entre otras cosas, cediesen los
derechos de los torneos internacionales a una u otra candidatura. Se sospecha
además, que muchos de los máximos dirigentes de la FIFA han utilizado cuentas
suizas para blanquear ciertas “subvenciones” de Rusia y Qatar, organizadores de
los dos próximos Mundiales.
La respuesta inmediata de la
FIFA en cuanto a las detenciones fue la de cerrar filas en torno a Blatter,
asegurando que éste no tenía nada que ver. Todo había ocurrido delante de él
pero no tenía absolutamente nada que ver con lo ocurrido. Parafraseando a un
abogado de Benzema (en relación al Caso Valbuena), en el mejor de los casos
Blatter quedaría como un idiota y en el peor, como un delincuente.
Como se ha demostrado más
adelante, éste no era sino el principio de una desenfrenada cadena de
corrupción a gran escala. Los sobornos y el dinero ilegal hace tiempo que se
convirtieron en una forma de financiación de la FIFA. Lo que parecía cosa de la
asignación de los Mundiales de 2018 y 2022 ha ocurrido sistemáticamente año
tras año, torneo tras torneo. Los sobornos por acuerdos comerciales y de
organización de los eventos salpican directamente, por ejemplo, a la
celebración de la Copa América que el año que viene se disputará por primera
vez en Estados Unidos. La fiscalía estadounidense habla de 110 millones de
dólares que han ido a parar a los bolsillos de ejecutivos de la FIFA por
asegurar que éste fuera el país anfitrión. Esto supone casi un tercio de lo que
cuesta organizar un evento deportivo de esta dimensión.
Pese a los ingentes
esfuerzos que la FIFA realizó por mantener pulcra la imagen de su amado
presidente, les fue difícil explicar algunos sobornos que salieron a la luz y
que parece ser que facilitaron que ganase las elecciones en 2011. Como también
le resultó complicado a la fiscalía entender la mediación desinteresada que el
bueno de Joseph desempeñó para que una compañía estadounidense cuya ética está
fuera de toda duda (Nike) se convirtiese en la patrocinadora de la selección
brasileña.
Blatter quiso convertirse en
la voz de la conciencia universal declarando que “estas malas prácticas no
tienen cabida en el fútbol”, pero lo cierto es que su nombre se había puesto
demasiadas veces encima de la mesa y que el sospechoso acuerdo comercial entre
la compañía norteamericana y la selección brasileña con la atípica intervención
del presidente de la FIFA, puso en tela de juicio la asignación de Brasil como
sede del Mundial de 2014.
Quizás hubiese algo detrás
del empeño de la FIFA en que se celebrase el Mundial en Brasil, pese a que el
20% de su población estuviese por debajo del umbral de la pobreza, se retirasen
fondos de sanidad y educación para financiar la Copa del Mundo, se desalojasen
170.000 familias de sus viviendas para la construcción de estadios o se echasen
multitudes a la calle para protestar contra un Mundial que no querían.
Lo cierto es que sobre
Blatter se sigue cerniendo el misterio sobre si es el mayor delincuente que ha
conocido el fútbol o es un abuelo inocente que no se entera de nada de lo que
sucede a su alrededor. Es posible que haya un poco de ambas cosas y que no sea
sino el títere de otros más poderosos que mueven todo desde la sombra, pero
negar que Blatter supiese algo de todo esto, tras diecisiete años en el cargo y
con todos sus apoyos en la FIFA implicados, es pecar de una severa ingenuidad.
Por supuesto, a rey depuesto
rey puesto. Platini dirigió palabras amables hacia Blatter, “su amigo”, y le
pidió lo más cariñosamente posible que se marchase y le acomodase el asiento de
la mejor manera. Fingió pedir la dimisión de éste y apoyar la candidatura del
príncipe Alí Ben Hussein en nombre de la UEFA, para terminar desvelando meses
después que él mismo pretendía optar a la presidencia de la FIFA.
Con el escándalo recién
salido a la luz, incomprensiblemente Blatter ganó otra vez las elecciones a
presidente de la FIFA el 29 de mayo. La FIFA se estaba convirtiendo en una
mafia fuera de control y se ratificaba en el poder al capo. Sonreía en rueda de prensa y con ambas manos entrelazadas
aseguraba que la corrupción se circunscribía a casos aislados.
“Sólo me explico la victoria
de Blatter por el miedo”, declaraba Michael van Praag, presidente de la
Asociación Holandesa y excandidato a dirigir la FIFA. Van Praag fue de los
pocos que se mostró tan contundente y calificó de error la reelección de
Blatter porque consideraba que la FIFA había decidido “seguir igual”. Definió a
Blatter como el presidente de “todo lo malo que le ocurrirá al fútbol en los
próximos años”.
Por su parte, Francia y
Villar dieron la espalda a Platini (que encabezaba la cruzada de la UEFA) y
adularon al reelegido presidente mostrándole todo su apoyo y fidelidad como
hiciese José María Aznar con George W. Bush en el pasado. No obstante, el 2 de
junio se precipitaron los acontecimientos con la dimisión sorpresa de Blatter.
El presidente cambió sus
cuatro años de mandato por cuatro días porque sentía que no todo el mundo le
quería en el puesto. Anunció la convocatoria de un congreso extraordinario para
elegir un nuevo presidente y abandonó su mandato pidiendo “una evolución y no
una revolución” para acabar con los famosos “casos aislados”. El Departamento
de Justicia de Estados Unidos prefirió referirse a estos casos con otro nombre
y los rebautizó, con permiso del hasta entonces presidente, como “prácticas
desenfrenadas, sistemáticas y arraigadas”. El pobre presidente se marchaba del
cargo por falta de afecto. Nada tenía que ver la investigación federal que se abrió
desde Estados Unidos contra su persona.
Si algo hay que reconocerle
al señor Blatter es su inmensa capacidad de generar dinero. Con él en el cargo,
el dinero en caja de la FIFA ha aumentado de 578 millones de euros a 1.370
millones. El problema es que los miles de millones generados han contribuido
con él a la formación de una jerarquía inamovible que se enriquecía más de la
cuenta, es decir, ilegalmente. Los propios proyectos solidarios que la FIFA
realizaba en el Tercer Mundo para la globalización del fútbol son sospechosos
de arrastrar intereses personales generados de la expansión de lo que, al fin y
al cabo, es un negocio.
Si se observan las sedes de
los Mundiales organizados con Blatter podemos ver detrás de todas ellas ciertos
intereses sospechosos. Blatter siempre quiso expandir el fútbol por todos los
continentes y eso está bien, pero hay que preguntarse el grado de altruismo que
había en todo ello. Fue el primero en llevar un Mundial a Asia y lo hizo en
Japón, una de las mayores potencias económicas del mundo, en candidatura
conjunta con Corea del Sur, economía emergente con buenas relaciones con el
país nipón. En el Mundial de Corea y Japón, se han destapado ya amaños
evidentes de partidos que explican cómo consiguió la modesta Corea del Sur
alcanzar las semifinales del campeonato. Después el Mundial regresó a Europa a
su actual fábrica de dinero, Alemania. En 2010 conquistó un nuevo continente:
África. El Mundial fue a parar a Sudáfrica, país más rico de África a pesar de
su desigualdad, en el que se jugó muy bien la carta de Nelson Mandela mientras
se enriquecían unos pocos y los niños de color seguían jugando descalzos en la
calle. El siguiente objetivo fue Brasil, tradición futbolística fuera de toda
duda que además contaba con numerosas empresas emergentes que,
estadísticamente, parecen sacar el país hacia delante. Ahora, Blatter se ha
marchado con las dos asignaciones más polémicas de todas: Rusia y Qatar. En
ambas podrían cuestionarse valores éticos pero con el petróleo de por medio eso
parece pasar a un segundo plano.
Con la caída de Blatter y
sus fuertes conexiones con Sudamérica (donde se ha demostrado que la Copa
América viajaba al país que pujase más fuerte) ha quedado muy tocada la figura
de Ángel María Villar. El presidente de la RFEF ha sido multado hace apenas
unos días con 23.000€ por conducta impropia al gritar “¡Dios mío, tiene
cojones!” en plena reunión contra la corrupción en la FIFA en el que, de
momento, ha sido su único castigo.
Algún otro, como Chuck
Blazer, exvicepresidnete de la Concacaf, reconoció que él y otros en la FIFA
habían aceptado sobornos en distintos eventos. Mientras que Beckenbauer, una de
las mayores insignias del fútbol, insiste en haber aceptado una subvención de
170 millones de euros para la celebración del Mundial de Alemania 2006 pero que
en ningún caso aceptó sobornos. Según Wolgang Niersbach, de la DFB (Federación
Alemana), Beckenbauer se entrevistó en 2002 con Blatter para negociar el pago
de 6,7 millones de euros recibidos en calidad de préstamo del ex jefe de
Adidas, Robert Louis Dreyfus. Adidas adelantó el dinero que después aseguró la
subvención.
Los tres grande golfos
Es momento de detenernos
brevemente en cada uno de los tres principales golfos (dejando al margen los
geográficos). Michel Platini, Ángel María Villar y Joseph Blatter; presidentes
de UEFA, RFEF y FIFA, respectivamente. Los tres máximos dirigentes del fútbol,
los tres en entredicho, están inmiscuidos en demasiados asuntos comprometidos.
Michel Platini pasó de ser
el gran favorito para suceder a Blatter a que la FIFA le denegase presentar su
candidatura para las próximas elecciones. El francés, más que presuntamente
implicado en la corrupción de la FIFA, ha tardado muy poco en convertirse en
villano al lado de Blatter.
En 2011, el presidente de la
UEFA recibió un “pago desleal” de 1,8 millones de euros por parte del
presidente de la FIFA, según la Fiscalía suiza. Platini ha tratado de
defenderse asegurando que ese dinero procedía de un “trabajo” realizado para la
FIFA y que lo declaró conforme dicta la legislación suiza. La Fiscalía, no
obstante, se muestra en desacuerdo con la versión del mandatario de la UEFA y
ha abierto una causa tanto contra Platini como contra Blatter por
“administración desleal, abuso de confianza y apropiación indebida”.
Mientras tanto, Villar ha
apoyado la inocencia de Blatter en todo momento pero también apostó por la
unidad en la UEFA y tendió su mano a Platini cuando éste pretendía optar a la
presidencia de la FIFA. Sin embargo, la Federación Inglesa se opuso a la
candidatura de Platini por su implicación en pagos irregulares y le asestó el
jaque definitivo.
El 8 de octubre el Comité de
Ética de la FIFA suspendió a Blatter y a Platini por pagos irregulares durante
noventa días. “Lo que más me enfada es que me metan en el mismo saco que a los
demás. Es vergonzoso que se me arrastre por el barro”, declaró Platini al
conocerse su suspensión. También quiso precisar que cuando le dijo a Blatter
que le pagase “un millón” (sin precisar la moneda) por el trabajo que hubiese
hecho (algo que sigue sin aclarar) se refería a que le era indiferente, que le
podía pagar lo que quisiese, como si lo hacía con una palmadita en la espalda…
El pasado 22 de octubre, la
FIFA ha confirmado que investiga a Villar por posible compra de votos en la
adjudicación de los Mundiales de 2018 y 2022. Su actitud reacia a la hora de
colaborar con la investigación y su defensa a ultranza y fe ciega en Blatter y en Platini han provocado que esté más en el punto de mira de nunca. La FIFA cree
que el de Villar se asimila al caso de Beckenbauer y está indagando sobre la
implicación de ambos en los casos de corrupción.
Por su parte, Blatter
continúa haciéndose la víctima y acusa a Platini de haber orquestado su caída y
el escándalo de la FIFA por meros intereses personales. El presidente caído fue
imputado por la Justicia suiza el 26 de septiembre.
Blatter y Platini se
encuentran en una complicada situación de la que pronto podría formar parte
también Villar. Los tres han jugado al Monopoly durante años con ingentes
cantidades de dinero que se escapan ampliamente de lo cotidiano. Han hecho
trampas y les han pillado.
La FIFA enfrenta ahora uno
de los mayores retos de su historia. Poner fin a la corrupción y limpiar un
organismo que cada vez es observado por los aficionados del fútbol con mayor
asco y escepticismo. Con Platini fuera de juego, cinco candidatos encaran la
recta final para convertirse en el nuevo presidente de la FIFA. El próximo 26
de febrero, Ali Bin Al Hussein (Jordania), Jérôme Champagne (Francia), Gianni
Infantino (Suiza), Sheikh Salman bin Ebrahim Al Khalifa (Bahréin) o Tokyo
Sexwale (Sudáfrica) ocuparán el castillo regido por Blatter durante tanto
tiempo.
Por
fin, el momento de la regeneración y de la revolución impedidas por Blatter ha
llegado. La era de Blatter, Platini y ¿Villar? ya es historia.