Es interesante comprobar
cómo cada vez más las elecciones a la presidencia del Barça se convierten en un
espectáculo más parecido a los mítines políticos que a un acontecimiento
deportivo. Poco se habla de fútbol, de fichajes, de táctica… mucho, demasiado,
de Cataluña.
Hay un candidato que destaca
en este último aspecto por encima de todos los demás. Tras su nefasto paso por
la política reaparece en el panorama futbolístico con el rabo entre las piernas
pero la cabeza bien alta para seguir hablando de lo mismo: de política. Por
alguna extraña razón este personaje consigue aunar independentismo catalán y
F.C. Barcelona como si no pudiesen vivir el uno sin el otro. A mí, que siempre
he criticado a los aficionados que mezclan política y deporte, me sorprende la
naturalidad con la que lo consigue.
Cientos de miles de niños
catalanes con la camiseta del Barça escuchan a este señor hablar y maman desde
chicos que admirar a Messi, a Iniesta o a Xavi va ligado al ser y sentirse independentista.
Desde luego, no hay mejor manera de asentar unas ideas políticas sobre unos
ojos y oídos inocentes que se empapan de todo lo que ven y oyen desde muy
temprana edad.
Estas líneas no son ni mucho
menos una crítica al independentismo catalán, pero sí lo son a la identidad que
pretenden hacer algunos entre equipo de fútbol e ideas políticas. El señor Joan
Laporta, como Xavi, Piqué, Puyol, Bartra, Busquets… puede, como ciudadano, tener las
ideas que quiera y expresarlas en público. No obstante, no puede por ello
pretender convertir esos ideales en bandera y símbolo del barcelonismo.
Gracias a la magia del
fútbol, el Barcelona trasciende fronteras y va mucho más allá de Barcelona,
Cataluña o, incluso, España. El Barcelona es un equipo cuya camiseta se encuentra
en todos los rincones del mundo y que tiene seguidores de todas las
nacionalidades habidas y por haber. Me va usted a contar señor Laporta, qué le
importa (con todos mis respetos) a un culé de Extremadura, de California o de
Hong Kong la emancipación de Cataluña. El fútbol está para unir pueblos y no
para separarlos.
“Queremos
un Barça catalán”. “El club seguirá estando al servicio del país, Cataluña”. “Mi
proyecto es desacomplejadamente catalanista”. “Estamos comprometidos con el
proceso que vive el país”. Con lo bello que es el balompié, qué triste es oír a
candidatos del mejor equipo del mundo convertir sus elecciones en una pantomima
política. Será su proyecto desacomplejadamente catalanista, pero es usted
acomplejadamente un político frustrado. Menos política y más fútbol, señor Laporta.
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